Mediante emprendedores emigrados, el gusto por la comida mexicana crece en países de Oriente Medio, y que los consumidores buscan nuevos sabores.
Luis Cruz tenía en mente un propósito claro. Había conocido a su esposa, nacida en Israel, en México y después de mudarse con ella a Nueva York y casarse en 2014, optó por cruzar el charco hasta Jerusalén. “Al quedar embarazada mi mujer decidimos volver a Israel, ya con la idea de poner el restaurante”, relata este emprendedor oaxaqueño.
El país ya contaba con negocios instalados, sin embargo la propuesta de Cruz ofrecia algo no tan fácil de encontrar: el gusto auténtico. “Abrir un lugar de comida mexicana fuera de México no es sencillo”, advierte. “Y menos, en un sitio tan lejano como Israel, donde las tortillas a nadie se le pasaban por la cabeza”. Hace un año abrió Tacos Luis, en Jerusalén.
La pareja inició su negocio como proveedores de tacos en el negocio de unos amigos. Luego, realizó su primer levantamiento de fondos a través de una plataforma de crowdfunding. Debía juntar 150,000 shekels (aproximadamente, 42,000 dólares) y al final se reunío cerca de 180,000. “Hasta el día de hoy, hay gente que se acerca para cobrar en tacos la inversión que hicieron en nosotros”, bromea.
Para Nelly Golberg, tener un local de comida también se trató de una decisión de vida. Esta psicoterapeuta y profesora de la Universidad Anáhuac Querétaro había perdido a su hija y optó por emigrar a Israel junto con su otro hijo. En la ciudad portuaria de Haifa, comenzó a echar de menos la cocina mexicana. “Empecé a cocinar para mí, al poco tiempo, ya me estaban encargado platillos mexicanos. Entendí que era el momento de abrir un local”, recuerda.