El arqueólogo mexicano Roberto Junco, subdirector de Arqueología Subacuática del INAH, menciono sus impresiones sobre el acuerdo al que ha llegado con el Ministerio de Cultura para retomar una de las colaboraciones más necesarias en materia de arqueología subacuática para poner un ejemplo de buenas prácticas entre países que respetan el patrimonio de acuerdo con las reglas de la Unesco y que haga recapacitar a los Estados tentados a contratar cazatesoros, como estaba a punto de hacer Colombia con el San José. El Juncal era la almiranta de la flota de 1631 que fue azotada por una tempestad y estuvo dos semanas tratando de capear el temporal.
Dañada, desarbolada, sacudida por la implacable tormenta e inundándose por momentos, ni todas las maniobras navales de los mejores marinos del mundo pudieron salvarla. Tras pasar a lo que la gran estudiosa de esta flota, la historiadora mexicana Flor Trejo, llama «las maniobras espirituales, los pasajeros y tripulantes se pusieron a bien con Dios, se prepararon a bienmorir», como relató ABC en su primer Podcast de Historia. Pasadas aquellas dos semanas, la proa se quebró con un golpe de mar y el Juncal se hundió en la madrugada del día de todos los santos de 1631, con más de 300 personas a bordo. Sólo sobrevivieron 39 tripulantes -incluido el capitán, el capellán y un niño.
El Juncal ha sido, junto con el San José de Colombia, el pecio más deseado por los cazatesoros. Odyssey Marine Exploration trató de convencer a México durante dos décadas de que le permitiera buscarlo, porque naufragó con todo su tesoro intacto. Su tesoro es legendario. Pero México se mantuvo firme. Primero con Pilar Luna, una pionera de la arqueología que mantuvo a raya a los cazatesoros y confirmó el compromiso de su país con la ciencia. Y ahora, gracias a su sucesor, Roberto Junco, subdirector de Arqueología Subacuática del INAH que acaba de lograr activar, junto con el director general de Bellas Artes español, Román Fernández-Baca, el proyecto tanto tiempo olvidado y así abrir una nueva etapa en la cooperación científica de los dos países.
«No será necesaria mucha inversión, hablamos de una campaña de pocas semanas en las que se comprobarán todas las anomalías magnéticas ya detectadas». México ha estudiado durante dos décadas la historia de la flota de 1631 en archivos de medio mundo, sobre todo españoles, y realizó en 2012 una campaña en la que se peinó el fondo de una zona delimitada por estudios físicos del mar y las corrientes y también arqueoclimáticos. «Ahora toca bucear en esas anomalías para ver si alguna corresponde con los cañones del galeón, protegidos por el limo del fondo. Hablamos de una profundidad entre 40 y 50 metros, algo que no requerirá grandes inversiones». Se calcula que no costaría más de 20.000 euros fletar el barco y el equipo necesarios.
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