Bali, la exótica isla indonesia conocida por sus playas, frondosos arrozales y riqueza cultural, se ha convertido en un inesperado refugio para más de un millar de turistas que se quedaron atrapados allí durante la pandemia de la COVID-19.
Con más de 47.000 casos y 2.535 muertos, Indonesia es el país más afectado en el Sudeste Asiático, pero el nuevo coronavirus ha sido más benévolo en Bali, donde además las restricciones han sido relativamente laxas.
Las autoridades locales calculan que, desde que se pusieron en marcha las restricciones de viaje en marzo, alrededor de un millar de turistas decidieron quedarse en la isla, la mayoría procedentes de China, aunque también de Reino Unido, Canadá, Holanda, Francia o Argentina.
Al inicio de la pandemia, las autoridades europeas aconsejaban a los turistas volver a sus países porque temían que el sistema sanitario en naciones en desarrollo como Indonesia pudiera colapsarse rápidamente si empeoraba la situación.
Sin embargo, los turistas que se quedaron atrapados en Bali han pasado la pandemia de manera más segura y sin las estrictas cuarentenas de España, Italia o incluso Alemania.