La danza se cuela en las salas del Prado para celebrar sus 201 años de historia, un aniversario marcado por la pandemia, en el que la institución quiere reivindicar la cultura como “un recurso para recuperar la ilusión”.
El año pasado la institución celebró dos siglos por todo lo alto, con una extensa programación de exposiciones con la que batió su propio récord de visitantes. La situación hoy es radicalmente diferente por el desplome de visitantes generado por la COVID-19, pero el museo no quiere dejar pasar el aniversario.
“La cultura es un recurso para recuperar la alegría, y también para reivindicar el arte en vivo, (…) los artistas son uno de los sectores más golpeados de la cultura”, recordó este jueves Andrés Úbeda, subdirector adjunto de Conservación del museo.
“No renunciamos a ser quien somos, este es un grito de libertad, de no rendición”, subrayó.
La programación ideada por la pinacoteca se realizó la semana pasada.
Tres veces al día coreógrafos y bailarines de renombre robaron un poco de protagonismo al Bosco, cuya sala fue recientemente inaugurada.
Las encargadas de dar el pistoletazo de salida fueron las bailarinas Blanca Li y Carmen Werner.
Frente a la sobriedad de Werner, que apostó por una composición contemporánea y apareció vestida de negro y descalza, la ecléctica Blanca Li se presentó como un personaje salido del “Jardín de las Delicias”, el cuadro ante el que bailó.
La bailarina se enfundó en un traje de vivos colores y abalorios bordados en una ajustada falda de tubo y una chaqueta con volante. Todo ello acompañado por collares, guantes y una llamativa máscara con reminiscencias africanas.